En la época medieval, los monjes fueron los mayores productores y copistas de manuscritos (hoy llamados códices) en Occidente, la mayoría de temas religiosos; ellos trabajaban en el scriptorum. El mundo islámico nos ha dejado innumerables manuscritos literarios, científicos y religiosos.
A mediados del siglo XV el invento de la imprenta por johhannes gutenberg hizo que los manuscritos no fueran la única forma de documento escrito, distinguiéndose desde entonces entre documentos y libros manuscritos e impresos. El término manuscrito acabó designando también los testimonios autógrafos de autores importantes o famosos.
Nuevos inventos, como las maquinas de escribir o la impresión otset, supusieron un gran avance en la reproducción de textos. Los teclados digitales, vinculados a la reproducción electrónica de los textos (en pantallas de computadoras, telefonía móvil, celulares, etc.), han dejado el uso de la escritura manuscrita solo para tareas escolares, personales (anotaciones) o algunas comunicaciones privadas (cartas, postales), siendo la firma el último vestigio de dicha escritura manuscrita.
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